¿Qué podemos hacer cada uno de nosotros individualmente,
desde nuestra posición como empleadas o empleados públicos, para impulsar la
igualdad entre mujeres y hombres?
Esta pregunta, que se nos plantea en el Reto 5 del
curso sobre “FUNDAMENTOS SOBRE LA IGUALDAD ENTRE MUJERES Y HOMBRES”, bajo una apariencia
sencilla, encierra en sí misma una gran complejidad.
Nos hace plantearnos
si efectivamente la relevancia de nuestros pequeños actos cotidianos como
empleados públicos podrían tener alguna relevancia en aras de alcanzar esa meta
de la igualdad efectiva entre mujeres y hombres.
La respuesta sería
más sencilla si mi desempeño profesional efectivo tuviera que ver con la toma
de decisiones, en cuyo caso, la respuesta derivaría más hacia cuestiones como
impulsar protocolos o normativas contra el acoso sexual y a favor de la
igualdad efectiva entre mujeres y hombres, reconocimiento de los logros desde
una perspectiva igualitaria, adoptar medidas de conciliación en mi órgano o
unidad administrativa, etc.
Sin embargo, siendo
un funcionario perteneciente al Cuerpo General Administrativo, no manejando, por lo tanto, ninguna cuota de
poder, ni ostentando ninguna relevancia desde la perspectiva de la toma de
decisiones organizacional, la respuesta a la pregunta hay que buscarla en los pequeños
gestos y automatismos individuales del desempeño profesional.
Así, considero que podría focalizarme en cuestiones tales como el adoptar un lenguaje inclusivo en mi
quehacer diario (tanto en su manifestación de relaciones internas a nivel organizacional como
externas, en cuanto a la relación con los ciudadanos y la forma de exteriorizar
la actividad administrativa), tratar de visualizar y tomar conciencia de mis
posibles micromachismos adquiridos en el proceso de socialización y
corregirlos, estar alerta en mi entorno laboral inmediato y tratar de comunicar
por cauces informales a mis superiores jerárquicos posibles situaciones de
desigualdad, etc.
En fin, se trataría, sin más, de fijarme y
reflexionar sobre los pequeños gestos cotidianos heredados de la cultura
organizacional y de la propia socialización y educación individual adquirida,
analizarlos desde una perspectiva de género y tratar, en su caso, de
corregirlos.
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